When you FALL in love. (7)

Dany irrumpió en el círculo colérico en busca de Brett. Cuando se vieron, se echaron uno encima del otro a grito pelado. Les separaron antes de llegar a golpearse, pero los insultos a voces seguían. Se armó un gran revuelo; Kath no sabía dónde meterse. Las luces de los pisos de alrededor comenzaron a encenderse: vecinos furiosos amenazaban con llamar a la policía, viejas marujas tiraban cubos de agua en ninguna dirección y algún que otro graciosillo apostaba por quién ganaría la pelea, como si de un ring de boxeo se tratase.
Llevaron a Brett y a Dany a metros de distancia entre sí para evitar más enfrentamientos, a pesar de que el público enloquecía por verlos pelear. En medio del gentío estaba Kath, confundida, sin saber qué hacer ni a dónde ir. Por una parte, quería largarse de allí, montar en la moto de Dany y olvidarse de aquella noche; pero por otra, ansiaba quedarse y que por fin Dany… bueno, no sabía muy bien qué esperaba: sólo sabía que debía quedarse.
A lo lejos sonaba una música repetitiva que amenazaba con acercarse; era la policía.
Aquello se convirtió en una guerra: la gente corría de un lado para otro, buscando refugio en soportales cercanos o montándose en motos, coches y demás automóviles para salir corriendo de allí. Kath, totalmente desentrenada en este tipo de situaciones, se quedó inmóvil, viendo cómo la gente huía sin reparar siquiera en ella. Perdida en sus pensamientos, no se percató de que, no muy lejos de ella, había alguien observándola con interés, esperando el momento oportuno para atacar. Cuando hubo el revuelo suficiente como para que nadie se fijase en su desaparición, Brett corrió en dirección a Kath. Cuando ella le vio, ya era tarde: con una mano sujetaba sus muñecas, la miraba de una manera enfermiza y posesiva y no parecía tener intención de dejarla en libertad.
-¿Qué quieres, Brett? –inquirió ella con miedo.
-No te asustes, pequeña Catherine –dijo él, sonriendo-. Ya es hora de que hablemos, ¿no?
-Yo no tengo nada que hablar contigo.
-Pues yo sí quiero decirte algo, así que nos vamos.
-No voy a ir contigo a ninguna parte…
-Por las buenas o por las malas: tú decides.
-Por las peores –le contestó Kath, escupiéndole a los ojos.
Intentó liberar las muñecas, pero la mano fuerte de Brett las aprisionaba cortándoles la circulación.
-Maldita zorra –le dio una bofetada, haciéndole sangrar el labio.- ¿Te crees que ese gilipollas vale más que yo? ¿EN SERIO LO CREES, CATHERINE?
-Déjame en paz, joder. No sé de qué cojones me hablas.
-Ah, ¿no, Kath? ¿NO?
Algo golpeó a Brett e hizo que perdiera el equilibrio. La prisión que encarcelaba las muñecas de Kath se disipó, y en su lugar apareció un suave tacto que las acarició con cariño.
-Lo siento, Kath, lo siento –le dijo Dany, arrepentido.
A ella se le llenaron los ojos de lágrimas y no supo qué responder. Una vez más, Dany rompió el hielo.
-Será mejor que nos vayamos, esto se va a llenar de polis en nada y además –dijo señalando a Brett- no quiero dejarle peor. Vamos.
Empezaron a correr hacia la moto mientras oían a Brett gritarles algo que no entendían. A Kath le daba todo igual: ya estaba con Dany; se sentía segura.

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