IMPORTANTE

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Creo que es hora de renovar, hace tiempo que no escribía y me aburrí de este blog. Seguiré escribiendo ahí, con un aire un tanto diferente, o eso intentaré. Quien quiera leerme, sabe donde encontrarme.

:)

Amor a tiempo parcial

-Sí que vienes mimoso hoy, ¿eh? –sonríe, despegando sus labios cada vez que pronuncia una sílaba.
-Hay que aprovechar el poco tiempo que tenemos, ¿no?

Entonces Lor se detiene, dejando caer su cabeza en el cuello de Luke, que la abraza.
-Sabes que si por mí fuera…
Ella sube sus dedos hasta hacer callar al chico, que suspira, aumentando la intensidad del abrazo.
-No quiero perderte, Lor.
-No me pierdes, estoy aquí.
-Algún día te cansarás de mí. No creo que aguantes mucho más esta situación.
-¿Tú quieres que la aguante? –sube su mirada, clavando los ojos en él.
-Me parece increíble que después de todo me hagas esa pregunta –deshace el abrazo, incorporándose por completo y le vuelve la cara a Lorelain.
-Y a mí me parece tremendo que te atrevas a dudar que por ti haría lo que fuera.
Lor agarra la mandíbula de Luke con la mano izquierda y le obliga a mirarla.
-Joder… sabes que te quiero, pequeña.
Ella sonríe, dejándose llevar de nuevo por el efecto droga que tienen esos labios encima de su boca. Y, de repente, esa camisa a cuadros que antes había guardado sus rasgos femeninos recorre el cuerpo de la chica hasta que se desprende por fin de sus dedos. Y ese mismo cuerpo siente ahora el roce de un tacto más suave. Y así se pierden de nuevo en el sabor de lo inalcanzable.

Se han quedado así casi dos horas, abrazados, rozándose, queriéndose.
-Me voy a tener que ir…
-¿Cuándo volverás?
Se hace un silencio incómodo, hasta que por fin Luke se decide a romperlo.
-Pronto, ya sabes.
-No hace falta que me mientas –Lor se incorpora, resoplando.- Sea cuando sea, estaré aquí.
Luke le besa la frente y, con el pantalón a medio abrochar y la camisa mal colocada, sale por la puerta sin más despedida que un ‘Hasta pronto, pequeña’.
Aunque Lor sabe que ese ‘pronto’ se hará de rogar.

Be solo quiere divertirse

Cuando abrió los ojos se topó con su mirada color café y esa estúpida sonrisa que le deseaban buenos días. Bree apartó la vista bruscamente y se levantó con la misma cara de amargada que tenía todas las mañanas.
-Buenos días a ti también, sí –le reprochó Ethan estirándose en la cama.
La chica le dedicó una sonrisa irónica y tiró encima de la cama sus vaqueros caídos.
-Venga, vístete antes de que se levante mi madre y la liemos.
Bree acaba de ponerse la camiseta de Stradivarius, esa blanca que tiene el hombro caído que tanto le gusta. Ethan se levanta aún en boxers y la abraza por detrás.
-¿No me puedo quedar a desayunar? Seguro que me la gano con mis tortitas de caramelo…
-Qué pesado eres, joder –se deshace de mala gana de su abrazo y sale de la habitación dando un portazo.
Son apenas las 7:30 de la mañana y la bocina del coche de Be no para de sonar, tentando a Morfeo a abandonar a su madre.
Cuando ve salir a Ethan de su casa, arranca el coche y espera con impaciencia a que entre.
-¿Dónde pretendes ir a las 7:30? El instituto hasta las 8 no abre.
-Te iba a llevar a tu casa para que te cambiaras de ropa, pero nada, si no quieres te vas andando.
-Mira, que te jodan ya, que no sé qué narices hacer para tenerte contenta.
Bree se quedó sentada, asimilando las palabras de Ethan sin mirarle. Alargó una mano en dirección a su puerta y la abrió, indicándole que saliera del coche.
-No sé qué cojones te pasa, pero a mí no me vengas llorando cuando todo el mundo te dé la espalda por ser tan gilipollas.
Dio un portazo y se perdió a paso ligero entre la neblina de la mañana.
Bree dejó caer la cabeza sobre el respaldo del asiento y cerró los ojos, tratando de calmarse. Sacó el móvil y buscó entre sus contactos algún amigo que al llevara tiempo sin ver.

¿Era tan malo querer solo diversión?

Jueves, 5 de julio.

Puf, qué cansada estoy. Ayer volví súper tarde, Ali me entretuvo bastante en la fiestecilla esa rara. Pero bueno, al menos me presentó más gente para poder salir por esta ciudad. ¡Y tengo una suerte que lo flipas! Porque mi padre aún no había vuelto de la cena de empresa y me libré de una buena bronca. Mi padre es muy estricto en los horarios. En fin. ¿Por dónde me quedé el otro día? ¡Ah, sí! Estaba relatando mi historia de como encontré a Pupi. Pues veréis, fue el verano pasado. Hacía un día espléndido y Ali se había ido a pasar una semana al pueblo de su padre, al sur de Francia. Yo todavía no estaba muy integrada en su pandilla: salía con ellos, me divertía, tenía confianza. Pero siempre iba pegada a Aline. Siempre he sido bastante tímida en las relaciones y no me imaginaba salir una tarde sin tenerla a ella. Estúpido, ¿verdad? Bueno, así era yo. Me desvío del tema… El caso, me apetecía dar una vuelta por la ciudad, conocerla un poco a mi manera sin necesidad de ir a callejones para fumar o a escondrijos para beber. Por desgracia, mi padre no me dejaba salir de casa si no era acompañada. Pues haber llamado a un colega que te sirviera de excusa, diréis. Pues no, mi padre solo me dejaba salir si iba acompañada… ¿lo adivinas? Sí, de Aline. Decía que era la única persona de mi grupo de la que se podía fiar, la más responsable, educada y esas tonterías que los padres suelen creer mejor para sus hijos. Lo que no sabía es que gracias a ella había descubierto el magnífico sabor del ron miel. Bueno, me sigo desviando… En fin, prosigo. La única solución que me dio fue salir con él. Ir acompañada de mi padre supondría pasarme horas y horas sentada en una mesa polvorienta llena de tíos con manchas de grasa por todo el cuerpo que apostaban y apostaban sin saber que mi padre se guardaba un As en el bolsillo, literalmente claro está. En aquella época mi padre no tenía trabajo y sacaba el dinero de donde podía. Al ver que no le haría entrar en razón, bajé los brazos y me retiré en silencio a mi cuarto. Una media hora después, oí su tentadora voz gritándome: ‘Kai, cariño, me voy ya. Si necesitas algo sabes donde estoy.’ Antes de poder contestar ya había cerrado la puerta. Y ¡cómo no! yo aún seguía dentro de aquellas malditas paredes… y ventanas. Vivía –y vivo- en un primero con escalera de emergencias por la parte trasera, la terraza que está junto a la cocina. No fue difícil desatrancarla. Sentir la brisa veraniega sin tener al lado a mi padre o a Ali me hizo sentirme atrevida. No sabía por dónde empezar a explorar; aunque mi barrio era chiquito yo quería más. Y… bueno, diréis que soy gafe, pero a los 15min de salir de casa, empezó a chispear. Era verano y, obviamente, yo iba sin paraguas, ¡nadie se espera que llueva en un día tan soleado! La lluvia se fue acentuando y fue entonces cuando corrí sin saber a dónde iba buscando refugio. Llegué a un parquecito cercano en el que nunca antes había reparado –luego encontré un atajo y se tarda bastante menos, pero eso es ya otra historia…-. La primera visión que tuve del parque no fue la mejor dadas las condiciones temporales, pero la gran arboleda que se extendía a ambos lados del paseo principal era mi salvación. Me quedé bajo un árbol de gran copa que apenas dejaba traspasar la lluvia y entonces lo vi. Pupi se levantaba tímido y escondido sobre una explanada que, mojada no valía mucho, pero en los buenos días era el mejor lugar para pasar la tarde. No sabría explicarte por qué me fijé en él con tantos árboles delante, sería cosa del destino supongo.
Y… fin, aquí acaba esta historia, otro día os contaré cómo fue la vuelta, que tampoco tiene pérdida.

Que la lluvia no estropee tu sonrisa.

Ky.#
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