#2

Estaba sentada frente al ordenador, con la vista fija en la pantalla; podría decirse que ni pestañeaba. No sabía exactamente cuánto tiempo llevaba así, inmóvil. Se había levantado cuando apenas unos débiles rayos de luz se filtraban entre las rejillas de la persiana de su cuarto.
Miró el reloj, las doce. Tenía sueño, no había pasado una buena noche; estaba preocupada. Jake le había dicho que tenía dolor de cabeza y quizás un poco de fiebre la noche anterior. No había vuelto a saber de él, cosa extraña teniendo en cuenta que se pasaban llamándose las veinticuatro horas del día. Bueno, si estaba malo, era normal que no quisiera hablar con nadie, pensó.
Quizás tuviera razón, quizás estuviera un poco paranoica, pero a él le gustaba tal y como era. Sonrió.
Llamaron a la puerta.
-¿Kate?
-Dime, mami.
-¿Puedes bajar a comprar pan?
-¿Es necesario? Podemos pasar sin pan por un día.
No coló.
-No seas vaga, Kate. Vístete y baja en un momento.
Qué fastidio, pensó. Se puso sus vaqueros descoloridos, sus favoritos, una camiseta atada al cuello y sus converse negras. Quizás Jake hubiera ido a buscar algo a la farmacia de por allí cerca. Cogió el móvil. Se dio cuenta de que no tenía batería. Maldición. Lo puso a cargar enseguida; después, puso un auto mensaje en el MSN:
no estoy, vuelvo enseguida. ¡Espérame, bebé! (L)
Salió pitando para volver cuanto antes. Llegó a la tienda; genial, había cola. Vio a su vecino, Dan, haciendo cola. Aproximadamente, sería el quinto en ser atendido. Pensó en pedirle que le comprara el pan, un pequeño favor entre vecinos. Descartó la idea: a saber qué favor le pediría él a cambio. En ese momento, se volvió hacia ella. Le sonrió. Kate le devolvió la sonrisa y desvió la mirada, incómoda. Cogió la barra de pan y se puso a la cola. Genial, había como trece personas delante de ella. Miró el reloj de nuevo. La una menos veinticinco.
Se impacientaba; parecía que la dependienta se había puesto contra ella y cada vez cobraba más despacio. Sí, definitivamente, estaba paranoica.
Por fin salió de la tienda. Deseó que la dependienta hubiera tardado un poco más con tal de no encontrarse con ella.
-Hey, Kate –se apresuró a saludarla sin darle tiempo de cambiar de dirección-. ¿Qué tal?
-Hola, Rach. Bien, bien. Ya me iba para casa, tengo algo de prisa.
-Te acompañaría para charlar un rato, pero yo voy en dirección contraria.
‘Como si a mi me importara’, pensó Kate. Se fijó en una pequeña bolsita que llevaba en la mano. Era de la farmacia.
-Oh, no te preocupes. Veo que te sientes algo mal –dijo mirando la bolsita-. Podemos charlar en otra ocasión.
-¿Esto? No, no es para mí, es para un amigo –curvó sus labios en una sugerente sonrisa.
Kate se quedó algo tocada. El rin tintín con el que había dicho amigo no le gustaba. Multitud de dudas surgieron en su mente, pero Rachel no tenía tiempo de contestarlas.
-Bueno, te veré en el insti. Hasta luego, Kate.
Se dio la vuelta y se alejó con paso tranquilo del lugar donde estaba Kate. Ella se tomó aquel contoneo de caderas como una sugerencia para espiarla, pero no cayó en juego: no era tan estúpida, si fuera a casa de Jake se lo habría dicho sin más. O tal vez no…
Una voz masculina la sacó de sus pensamientos.
-Kate, ¿vas a casa? –preguntó interesado Dan.
-¿Qué? Ah, sí, ese era el plan –contestó ella.
-Vamos juntos, ¿no?
Kate sabía que dijera lo que dijera Dan no aceptaría un no por respuesta, así que decidió acelerar el paso y acabar cuanto antes aquella tortura.

Llegó a su casa un cuarto de hora después a pesar de que la tienda estaba a menos de diez. La caminata con Dan no había sido tan espantosa como ella había imaginado: estuvieron hablando acerca
de sus respectivos gustos a la hora de la música, sobre la comida y hasta de sus asignaturas favoritas en el instituto. Descubrió que, al fin y al cabo, no eran tan distintos en el carácter.
Cuando cruzó la puerta del recibidor, su madre la esperaba impaciente.
-Había cola, mamá, no es mi culpa –se excusó.

Se encerró en su habitación, olvidándose por completo de todo lo referente a Dan y volviendo a concentrarse en Jake. Su Jake...
Fue directa a la pantalla del ordenador para probar suerte. Nicole, Joey, Mark, Lucy e incluso Dan; pero ningún Jake. Probó con el móvil; quizás hubiera optado por un sms. Nada.
Se tiró en la cama desilusionada, pensando en Rachel y en su bolsita de farmacia. No quería desconfiar, pero pensó que tal vez lo mejor sería hacerle una visita a Jake por la tarde. Sólo tal vez…

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