When you FALL in love. (11)

El móvil no paraba de sonar y Kath estaba de los nervios. No quería colgar porque, a fin de cuentas, era su amiga; pero por otra parte tenía ganas de mandarla a tomar viento fresco de una vez por todas. A la decimoctava llamada, decidió cogerlo.
-No voy a salir, Carol –se adelantó.
-Venga, tía, joder. ¡Créeme! No te arrepentirás –afirmó ella.
-Dime qué tiene este botellón que no tengan los demás.
-Es una sorpresa, no puedo decirte nada.
-Odio las sorpresas –contestó, molesta.
-¿No confías en mí? –se ofendió su amiga.
-No seas chantajista –replicó Kath.
-Pero, pero, pero, pero…
-Dime de qué va la cosa e iré.
-¿Prometido?
-Prometido, pesada.
-Bueno, verás, es que… me han pedido por favor que te lleve aunque sea a rastras.
-¿Quién?
-Alguien.
-Carol –la apuró.
-Joder, tía, no puedo decirte más. Sólo te diré que es alguien a quien hace mucho que no ves y que te echa de menos.
-¿Chico o chica?
-Buenorro –rió Carol.
Kath sintió una opresión en el pecho; otro de sus famosos presentimientos. Esta vez, sin embargo, esa sensación era relativamente buena. Fiándose, como de costumbre, de sus infalibles corazonadas, dejó a un lado su mundo fantasioso y volvió a la realidad.
-¿A qué hora quedamos?

Montada en la parte trasera de la moto de su amigo Mark, Kath sentía que aquel presentimiento que la había perseguido desde que habló con Carol se iba haciendo mejor, más intenso. La moto corría a tal velocidad que las calles que se extendían a su alrededor parecían simples paisajes borrosos. Le vino a la mente una noche no muy lejana, a penas dos semanas atrás: montada en la parte trasera de una Suzuki negra con fuegos salvajes pintados en los laterales, Dany la llevaba a lo que parecía ser una noche desastrosa; noche que terminó por ser la más recordada por Kath en los días posteriores. Al evocar el recuerdo de su breaker particular por tan solo una noche, sintió que sus dos ojos color cielo se ahogaban en un mar de lágrimas silenciosas que amenazaban con salir a flote, buscando en vano el calor con el que solo él podía hacerlas desaparecer.
De repente, el aire que azotaba sus facciones se detuvo.
-¿Te pasa algo, Kath? –inquirió Mark al verla sollozando.
-¿Qué?
-Estás llorando.
-¿Yo? Que va, que va, es del viento este que me hizo daño –mintió.
-¿Seguro?
-Sí, tonto, no te preocupes.
-Bueno, ¿eh? Que no me entere yo de que le hacen algo a mi enana porque vamos… -la abrazó.
-¿Sabes que te quiero, feo?
-Pero yo más, enana.
-No empecemos, ¿eh? Que siempre gano yo –rió.
Mark la abrazó en un intento por hacer que aquellas lágrimas que tanto daño le hacían a su mejor amiga desparecieran. Ella se dejó abrazar, sabedora de que Mark lo hacía con la mejor intención del mundo. Una mirada cargada de celos se detuvo al lado de dónde estaban ellos. Cuando Kath se dio cuenta, se apartó de él rápidamente. Hubo un silencio incómodo que pareció durar una eternidad.
-Hey, Kath –dijo Carol, rompiendo el hielo- ¿por qué no vamos a dar una vuelta?
-Me parece bien –respondió, guiñándole el ojo.
Se alejaron de aquel escenario. De fondo, tenían los gritos de Hilary, la novia histérica de Mark, y a este último intentando tranquilizarla.
-Siempre igual, joder… -susurró Kath.
-No te rayes, tía –la tranquilizó Carol- ya sabes cómo es Hil.
-Sí, tía, pero sólo se cabrea conmigo; ni que le tirará los tejos a Mark, la hostia.
-Venga, pasa del tema. Esta noche no están permitidas las rayadas –rió.
-Ostras, cierto, ¡mi sorpresa! Quiero saberla ya –le urgió Kath.
-Tranquila, tranquila. Quédate aquí –señaló un pequeño bloque de hormigón que parecía medio estable.
-¿Y tú dónde vas?
-A por tu sorpresa. No tardo.

Sin darle tiempo a reaccionar, salió a correr en dirección al gentío, perdiéndose entre gritos y olor a alcohol. Kath, por su parte, empezó a dar vueltas alrededor de un círculo intentando para matar el tiempo. De pronto, esa corazonada que la llevaba persiguiendo toda la tarde se hizo más fuerte, mucho más que antes. Empezó a mirar en todas direcciones, buscando el motivo por el cual su corazón se aceleraba tantísimo. Aunque, en el fondo, lo sabía muy bien. En una de sus cortas búsquedas, se topó con unos ojos color miel mirándola fijamente desde una distancia no muy lejana. Sus latidos aceleraron la velocidad en menos de una milésima, sus mejillas se colorearon y las lágrimas antes contenidas salieron a flote, esperando ser rescatadas por aquella cálida mirada.

El diario de Kyla

París.
Oh, París. Magnífica ciudad, ¿no crees? Mi rincón favorito sin lugar a dudas es el Parc du Monceau. No sabes cual es, ¿no? Claro, no es tan famosísimo como la Torre Eiffel ni los Campos Elíseos pero es mi refugio predilecto. Se encuentra a unos veinte minutos -andando a paso normal- de la Rue Balzac, mi lugar de residencia actualmente. Hace dos semanas que me mudé aquí por motivos de clima y tal: es verano. Desde que tengo uso de razón, llevo viniendo aquí, a París, a pasar un mes de verano con mi padre para que no se queje de que Sam, mi progenitora, acapara toda mi atención. ¡Por favor, que excusa tan pobre! Lo único que quiere es demostrar que él manda en la –no-relación. Patético según mi perspectiva. Pero en fin, en el fondo sigue siendo un niño. Quizás por eso me lleve tan bien con él (en ocasiones). Bueno, el caso, que aquí estoy, sentada bajo Pupi, el arbolito que me acogió hace ya casi un año, escribiendo en mi pequeño diario la gran historia de mi vida.
No sé qué anotar primero… pero supongo que empezaré por el principio, ¿no?
Y el principio es… la historia de cómo encontré a Pupi. Veréis, todo comenzó hace, como ya dije antes, casi un añito. Acaba de instalarme apenas dos días atrás y me aburría bastante en casa. Entonces… oh, esperad, mi móvil.
¡Tardona! ¿Dónde estás? Te recuerdo que hemos quedado a las siete y son ya casi y cuarto. Venga, te espero, ¡pero no te retrases! No están esperando ;)
Mierda, se me olvidó que había quedado con Aline o Ali, como le digo yo cariñosamente. Pues nada, otro día te sigo contando, ¿si? ¡Un besito!

¡Ay, se me olvidaba! Me llamo Kyla. ¡Encantada de conocerte!

When you FALL in love. (10)

Tras una agónica semana, Dany consiguió olvidar puntualmente a Kath: intentaba no pasar mucho tiempo a solas, simplemente el justo y necesario para ducharse y dormir. El resto, lo pasaba en la calle bebiendo y fumando hasta olvidarse de quién era y de por qué se maltrataba de aquella forma.
La mente de Kath sin embargo trabajaba de un modo algo diferente: cuanto más tiempo pasaba, más nítido recordaba aquel maldito beso que tantas lágrimas le había costado. Decidió, pues, poner punto y final al tema “Dany” y seguir su vida con normalidad, tal como hacía apenas unas semanas; faltaba poco para que empezara el instituto y no iba a desperdiciar lo poco que quedaba de verano.

-¡Ese Dany ahí! –gritó Jake.
-Podrías cambiar de repertorio, ¿no? –bromeó él, dándole un codazo amistoso.
-¿Vienes esta noche al vivero? –inquirió otro chaval que estaba de paso.
-¿Eh? Ah, sí, supongo que iré.
-Allí te veo –le hizo un gesto de despedida con la mano y siguió su ruta por aquella congregación de gente.
-¿Qué hay en el vivero?
-Estarás de coña, Dan…
-¿Me ves cara de que esté bromeando?
-No…
-Venga, Jake, tío, no tengo toda la mañana para que me digas que mierdas hay allí.
El interpelado soltó una sonora carcajada que encendió los malos humos de Dany, que ya estaban tentados a estallar desde que salió de su casa.
-Vale, vale, tranquilízate. ¿Te acuerdas que el miércoles nos encontramos con Chris y empezasteis una discusión a grito pelao?
-No. No me acuerdo si quiera de qué he desayunado.
-Increíble… -fingió sorprenderse.
-Al grano, coño.
-Bueno, pues dijiste no sé qué de un enfrentamiento. Creo que hablaste del que tuviste con Brett en la plaza, ¿te acuerdas? Que te trajiste a la piba esa.
Dany sintió cómo se le aceleraba el corazón al recordar aquella noche, aunque intentó disimularlo delante del cotilla de su amigo.
-El caso –continuó Jake- que le dijiste que cuándo quisiera y dónde quisiera, y cito textualmente, le concederías el honor de perder ante ti. Total, hoy a las once hay un botellón por la fiesta del barrio que hay al lado del vivero y eso se va a llenar de peña. Quedasteis en competir hoy.
-Mmm… -Dany intentó asimilar aquellas palabras antes de estallar-. ¿Y se puede saber por qué cojones no me has avisado antes? –gritó.
-Porque creí que lo sabías –contestó en todo calmado-. Deberías irte a ensayar si quieres.
-Eso haré.
Se dio la vuelta y emprendió a paso ligero una corta marcha. Detuvo su andar y se giró hacia su amigo.
-Jake… ¿quién es Chris?
Este se echó a reír de nuevo, colocando las manos sobre el vientre para intentar calmar el dolor.
-Tío, ¡Chris! El pretendiente de tu ‘novia’ –se burló él-. Menos mal que no sabe nada del tema, si no hubieras quedado fatal ante Brett.
-Me cago en mi puta madre… -susurró. Acto seguido, echó a correr en dirección a ningún lugar.
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