IMPORTANTE

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Creo que es hora de renovar, hace tiempo que no escribía y me aburrí de este blog. Seguiré escribiendo ahí, con un aire un tanto diferente, o eso intentaré. Quien quiera leerme, sabe donde encontrarme.

:)

Amor a tiempo parcial

-Sí que vienes mimoso hoy, ¿eh? –sonríe, despegando sus labios cada vez que pronuncia una sílaba.
-Hay que aprovechar el poco tiempo que tenemos, ¿no?

Entonces Lor se detiene, dejando caer su cabeza en el cuello de Luke, que la abraza.
-Sabes que si por mí fuera…
Ella sube sus dedos hasta hacer callar al chico, que suspira, aumentando la intensidad del abrazo.
-No quiero perderte, Lor.
-No me pierdes, estoy aquí.
-Algún día te cansarás de mí. No creo que aguantes mucho más esta situación.
-¿Tú quieres que la aguante? –sube su mirada, clavando los ojos en él.
-Me parece increíble que después de todo me hagas esa pregunta –deshace el abrazo, incorporándose por completo y le vuelve la cara a Lorelain.
-Y a mí me parece tremendo que te atrevas a dudar que por ti haría lo que fuera.
Lor agarra la mandíbula de Luke con la mano izquierda y le obliga a mirarla.
-Joder… sabes que te quiero, pequeña.
Ella sonríe, dejándose llevar de nuevo por el efecto droga que tienen esos labios encima de su boca. Y, de repente, esa camisa a cuadros que antes había guardado sus rasgos femeninos recorre el cuerpo de la chica hasta que se desprende por fin de sus dedos. Y ese mismo cuerpo siente ahora el roce de un tacto más suave. Y así se pierden de nuevo en el sabor de lo inalcanzable.

Se han quedado así casi dos horas, abrazados, rozándose, queriéndose.
-Me voy a tener que ir…
-¿Cuándo volverás?
Se hace un silencio incómodo, hasta que por fin Luke se decide a romperlo.
-Pronto, ya sabes.
-No hace falta que me mientas –Lor se incorpora, resoplando.- Sea cuando sea, estaré aquí.
Luke le besa la frente y, con el pantalón a medio abrochar y la camisa mal colocada, sale por la puerta sin más despedida que un ‘Hasta pronto, pequeña’.
Aunque Lor sabe que ese ‘pronto’ se hará de rogar.

Be solo quiere divertirse

Cuando abrió los ojos se topó con su mirada color café y esa estúpida sonrisa que le deseaban buenos días. Bree apartó la vista bruscamente y se levantó con la misma cara de amargada que tenía todas las mañanas.
-Buenos días a ti también, sí –le reprochó Ethan estirándose en la cama.
La chica le dedicó una sonrisa irónica y tiró encima de la cama sus vaqueros caídos.
-Venga, vístete antes de que se levante mi madre y la liemos.
Bree acaba de ponerse la camiseta de Stradivarius, esa blanca que tiene el hombro caído que tanto le gusta. Ethan se levanta aún en boxers y la abraza por detrás.
-¿No me puedo quedar a desayunar? Seguro que me la gano con mis tortitas de caramelo…
-Qué pesado eres, joder –se deshace de mala gana de su abrazo y sale de la habitación dando un portazo.
Son apenas las 7:30 de la mañana y la bocina del coche de Be no para de sonar, tentando a Morfeo a abandonar a su madre.
Cuando ve salir a Ethan de su casa, arranca el coche y espera con impaciencia a que entre.
-¿Dónde pretendes ir a las 7:30? El instituto hasta las 8 no abre.
-Te iba a llevar a tu casa para que te cambiaras de ropa, pero nada, si no quieres te vas andando.
-Mira, que te jodan ya, que no sé qué narices hacer para tenerte contenta.
Bree se quedó sentada, asimilando las palabras de Ethan sin mirarle. Alargó una mano en dirección a su puerta y la abrió, indicándole que saliera del coche.
-No sé qué cojones te pasa, pero a mí no me vengas llorando cuando todo el mundo te dé la espalda por ser tan gilipollas.
Dio un portazo y se perdió a paso ligero entre la neblina de la mañana.
Bree dejó caer la cabeza sobre el respaldo del asiento y cerró los ojos, tratando de calmarse. Sacó el móvil y buscó entre sus contactos algún amigo que al llevara tiempo sin ver.

¿Era tan malo querer solo diversión?

Jueves, 5 de julio.

Puf, qué cansada estoy. Ayer volví súper tarde, Ali me entretuvo bastante en la fiestecilla esa rara. Pero bueno, al menos me presentó más gente para poder salir por esta ciudad. ¡Y tengo una suerte que lo flipas! Porque mi padre aún no había vuelto de la cena de empresa y me libré de una buena bronca. Mi padre es muy estricto en los horarios. En fin. ¿Por dónde me quedé el otro día? ¡Ah, sí! Estaba relatando mi historia de como encontré a Pupi. Pues veréis, fue el verano pasado. Hacía un día espléndido y Ali se había ido a pasar una semana al pueblo de su padre, al sur de Francia. Yo todavía no estaba muy integrada en su pandilla: salía con ellos, me divertía, tenía confianza. Pero siempre iba pegada a Aline. Siempre he sido bastante tímida en las relaciones y no me imaginaba salir una tarde sin tenerla a ella. Estúpido, ¿verdad? Bueno, así era yo. Me desvío del tema… El caso, me apetecía dar una vuelta por la ciudad, conocerla un poco a mi manera sin necesidad de ir a callejones para fumar o a escondrijos para beber. Por desgracia, mi padre no me dejaba salir de casa si no era acompañada. Pues haber llamado a un colega que te sirviera de excusa, diréis. Pues no, mi padre solo me dejaba salir si iba acompañada… ¿lo adivinas? Sí, de Aline. Decía que era la única persona de mi grupo de la que se podía fiar, la más responsable, educada y esas tonterías que los padres suelen creer mejor para sus hijos. Lo que no sabía es que gracias a ella había descubierto el magnífico sabor del ron miel. Bueno, me sigo desviando… En fin, prosigo. La única solución que me dio fue salir con él. Ir acompañada de mi padre supondría pasarme horas y horas sentada en una mesa polvorienta llena de tíos con manchas de grasa por todo el cuerpo que apostaban y apostaban sin saber que mi padre se guardaba un As en el bolsillo, literalmente claro está. En aquella época mi padre no tenía trabajo y sacaba el dinero de donde podía. Al ver que no le haría entrar en razón, bajé los brazos y me retiré en silencio a mi cuarto. Una media hora después, oí su tentadora voz gritándome: ‘Kai, cariño, me voy ya. Si necesitas algo sabes donde estoy.’ Antes de poder contestar ya había cerrado la puerta. Y ¡cómo no! yo aún seguía dentro de aquellas malditas paredes… y ventanas. Vivía –y vivo- en un primero con escalera de emergencias por la parte trasera, la terraza que está junto a la cocina. No fue difícil desatrancarla. Sentir la brisa veraniega sin tener al lado a mi padre o a Ali me hizo sentirme atrevida. No sabía por dónde empezar a explorar; aunque mi barrio era chiquito yo quería más. Y… bueno, diréis que soy gafe, pero a los 15min de salir de casa, empezó a chispear. Era verano y, obviamente, yo iba sin paraguas, ¡nadie se espera que llueva en un día tan soleado! La lluvia se fue acentuando y fue entonces cuando corrí sin saber a dónde iba buscando refugio. Llegué a un parquecito cercano en el que nunca antes había reparado –luego encontré un atajo y se tarda bastante menos, pero eso es ya otra historia…-. La primera visión que tuve del parque no fue la mejor dadas las condiciones temporales, pero la gran arboleda que se extendía a ambos lados del paseo principal era mi salvación. Me quedé bajo un árbol de gran copa que apenas dejaba traspasar la lluvia y entonces lo vi. Pupi se levantaba tímido y escondido sobre una explanada que, mojada no valía mucho, pero en los buenos días era el mejor lugar para pasar la tarde. No sabría explicarte por qué me fijé en él con tantos árboles delante, sería cosa del destino supongo.
Y… fin, aquí acaba esta historia, otro día os contaré cómo fue la vuelta, que tampoco tiene pérdida.

Que la lluvia no estropee tu sonrisa.

Ky.#

Es que... la quiero

-Perdón.
-¿Por qué?
-Porque soy una borde, una estúpida y gilipollas a más no poder...
-Cuqui...
-No, déjame hablar a mí, por favor. Antes de ayer y ayer he estado muy seca contigo, no borde pero sí pasota. Si estuve borde, lo siento, no era mi intención. Estaba rallada y no tenía ganas de mucho, la verdad. Lo que más me duele es que sé que tú estabas igual o peor y yo no hice nada mientras tú intentabas animarme. Fui una egocéntrica hablándote solo de lo que yo tenía sin preocuparme qué era lo que te tenía mal a ti. Y... bueno, seguro que se me escapa algo por decirte pero es que no se me ocurre nada más. Simplemente que te quiero, Afri, y mucho.
Se quedaron en silencio, mirándose fijamente. Marrón tierra contra azul mar. Norte y sur. Y, sin embargo, tan iguales.
-Te quiero, An.
-Te quiero, hermana.




Quien juega con fuego arde de placer

Jackelyn se aburre. Decide saltarse la clase de filosofía alegando que tiene un dolor inhumano de cabeza y que está mareada. Sale de clase sonriendo a espaldas del profesor y se dirige al patio a que le dé el aire. En la pista, una clase dando gimnasia corre alrededor del área marcada.
-Siempre he pensado que correr en círculos es de gilipollas –se dijo.
Se sienta en el banco de siempre y saca el cigarrillo medio consumido que había tenido que apagar antes de entrar al instituto.
Echa una mirada despreocupada a su alrededor cuando ve una silueta musculosa acercándose a la fuente que hay detrás de los árboles que tapan el banco. Guarda el cigarro, se coloca la camisa y se acerca.
-Matty –sonríe.
Él sigue bebiendo agua sin prestarle atención a la chica.
-Oh, venga, ¿cuánto tiempo vas a intentar ignorarme?
-No lo intento, lo hago, Jacky.
-No entiendo tu puto juego. Primero me vienes a buscar para que te haga un completo y ahora pasas de mi culo.
-Podría preguntar lo mismo, pero es que me la sudas, ¿sabes? Entérate ya.
Se agacha de nuevo a la fuente para dar un último trago antes de irse. Jacky, ofendida, apaga su cigarro en el agua mientras él bebe.
-Que te jodan, guapito.
Matt escupe las cenizas aguadas y agarra a Jacky del brazo.
-Eso es lo que tú quieres, ¿no? Que te joda pero bien.
La besa. Con intensidad, con furia, con rabia, con deseo. El morbo de ser descubiertos por cualquier profesor. De ser vigilados por ventanas vecinas. Jacky se pega a él, sintiendo la aceleración acompasada de sus corazones. Y entonces él se aleja. Y la deja con los labios rojos, hinchados. Y ella ve como sus torpes piernas le fallan y queda de rodillas en la tierra, con el sabor de lo prohibido recorriendo su boca.

Miradas, corazones, motor

Hacía dos meses que no cruzaban una sola palabra. Tan solo miradas de nostalgia era lo que compartían.
Ella no daba el paso por su orgullo; él, por miedo al rechazo. Aunque ninguno lo aceptaba, se regalaban cien visitas diarias en busca de algún tablón, comentario o estado que les pudiera guiar acerca de cómo le iba al otro.
Ella se tiraba las noches en vela leyendo sms, comparando el principio con el final, y llorando en silencio. Él dormía abrazado a su foto, acariciando sus ojos azules y memorizando la dedicatoria que había por detrás.
Martes, 14:30, salida, libros y hojas desparramadas, corazones recién encontrados.
-Lo siento, de veras.
-No pasa nada.
Se rehuyen la mirada mientras recogen los apuntes de ella. Él le da los pocos que logró recoger antes de que ella le impidiera agacharse. Se rozan con la punta de los dedos: electricidad. Ella se da la vuelta.
-Bree, espera.
-Dime –sus miradas se encuentran, por fin.
-Te estás comportando como una inmadura.
-¿PERDONA? No fui yo la que cortó por sms, ¿eh? Te lo recuerdo.
-Oh, venga, me vas a decir que me rehuyes por eso… Escucha, yo también te echo de menos y estoy harto de fingir indiferencia.
-¿Tú también me echas de menos? ¿Y ese ‘también’ a santo de qué viene? Creo que te estás confundiendo de Bree, si me disculpas.
Él la agarra del brazo.
-Te quiero, Be.
El sonido de un motor se acerca sutilmente a la acera donde están. Ella sonríe.
-Lo sé, Drew, y yo a ti también.
Un chico moreno, ojos marrones pero intensos, casco en mano, baja de la moto.
-Pero ya no eres el único.
Le da un beso en la nariz, inocente, pícara. Se aleja en dirección a la Kawasaki ninja 250 y se pierde en el horizonte, el humo delator de su rumbo perdido.

Noche loca de amigas -no mucho más cuerdas-

¡Ring! Otra jornada de instituto finalizada. Sillas que se arrastran, atascos en las puertas, murmullos -y lo que no son murmullos- por doquier. An saca su mp4 del bolsillo y va desenredando los cascos pacientemente mientras espera a que le den paso para cruzar la puerta de la libertad. Entre tanto jaleo, una voz suena por encima de las demás. Una voz familiar, de chica, sin duda, normalmente alegre. Normalmente.
-¡An, espera!
-¡Giiin! ¿Te vienes hoy conmigo?
-Qué va, pero má va a tardar y era por si te querías quedar un ratino esperando conmigo.
-Mm… vale, no me apetece llegar a casa tan pronto, me tengo que hacer la comida y no tengo ganas –rió An.
-¡Eres una vaga!
Gin sacó su habitual porro medio consumido y la primera calada, como de costumbre, fue para su amiga.
-¡Ag! ¡Odio que hagas eso!
-Jajaja, lo sé, pero un poco de alegría no viene mal. Últimamente te veo algo plof.
-No sé dónde, ¿eh? Apenas nos vemos y menos hablamos.
-Pero te conozco, idiota, y sé que sigues rallada por él.
-No… apenas ya. De hecho esta tarde había quedado con Mike, ¿sabes? Me iba a invitar a cenar.
-Anda, mira, me alegro. A mí quedó en llamarme el magnífico del Septum, pero aún sigo esperando la señal. Aunque de todas maneras no tengo muchas ganas de salir.
-¿Y eso? No quiero que te vuelvas a encerrar, Gin, bastante me jode apenas tener contacto contigo como para que ahora dejes de tenerlo con el mundo entero.
-No seas boba, An, no me encierro, es que simplemente ando en mi mundo, algo desganada, nada más. Y el no querer salir un viernes no quiere decir que me encierre, ¿eh?
-No, pero el no querer salir con ÉL un viernes, un sábado o cualquiera día de la semana es para llevarte a un psicólogo, mona.
Gin volvió a lanzarle el humo alegre a la cara, pero esta vez ella rió.
-Al final va a tener efecto y todo…
-Pues claro, como no estás acostumbrada…
-Será eso.
Se hizo un silencio incómodo para ambas, de estos que no sabes qué decir sin quedar mal por cambiar de tema. Aunque no tengas tema realmente.
-Gin… mi madre se fue ayer a Madrid por lo de la campaña y tal, ¿te apetece pasar una noche loca conmigo?
La chica la miró con cara de pocos amigos por el tono de la pregunta; acto seguido, explotaron en una carcajada.
-Pero, ¡idiota!, ¿tú no habías quedado con Mike?
-¿Desde cuándo pongo yo a un tío, por buen culo que tenga, por encima de una hermana?
Gin sonrió. Echaba de menos a su enana. Se sentaron bajo aquel árbol de la entrada que tantas confesiones les había guardado, esperando impaciente a que llegara su má para empezar a preparar las cosas para un fin de semana DIEZ.

YA SOY MAYOR (puedo caminar sola a la cama de mamá)

-Definitivamente no, An.
-¿Pero por qué, mamá? Son cuatro gotas las que caen, no más.
-Me da igual, estás medio constipada y el frío de la calle te pondrá peor. Es mejor que te quedes en casa, cielo, ya saldrás la semana que viene.
-Me tratas como si tuviera quince años cuando los que tengo son diecisiete y creo que bastante bien cumplidos. Podrías darme un poco más de libertad, ¡sabes de más que no te pido un mundo! –Chloe seguía caminando, haciendo caso omiso a su hija mientras doblaba la ropa.- Ag, eres odiosa, mamá. Mis amigos salen cuando les da la gana, pero yo no, yo tengo que ser la gilipollas que tiene por madre a una estúpida anticuada que encima ni tiene vida social y está amargada. Gracias a ti soy el puto hazmerreír de mi pandilla, ¿ya estás contenta?
Ni siquiera vio venir la bofetada que su madre le propinó en la mejilla derecha. Se llevó la mano a la cara, que se enrojecía por momentos mientras se le inundaban los ojos de rabia.
-Ojalá no fueras mi madre.
Corrió escaleras arriba y se encerró en su cuarto furiosa. Eran apenas las once y, mientras sus amigos se emborrachaban a lo bestia, ella estaba en su camita bien arropada para no coger frío. ¡Qué asco!
Sus ojos se cerraron poco a poco por el cansancio que el mal cuerpo le había dejado durante el catarro. Entonces se vio en la calle, con dos maletas y muchas ganas de vivir su vida. Sin reglas, sin nadie que le dijera lo que tiene que hacer. Sin obstáculos para cumplir sus propósitos. Sin preocupaciones, peleas, bajones. Perdiendo la noción del tiempo cuando está en la calle. Sin tener que darle explicaciones a nadie de qué ha hecho y por qué vuelve a las tantas. Y, sobre todo, sin ella.
Y fue entonces cuando despertó de aquella pesadilla.
Salió con sigilo de su cuarto y se coló de puntillas en la de al lado. Se sentó en la cama despacio y le dio un beso en la mejilla. Esa noche durmió con ella, sin pesadillas, sin miedos, abrazada a su madre. Al fin y al cabo, su mejor amiga.

Hoy Janisse tiene un día de perros

Hoy es un mal día. Llueve; es esta lluvia fina que no empapa pero molesta. No tenía paraguas, así que volvió a casa seguida por mil pequeñas gotitas que le humedecían el flequillo, pero que no alcanzaban a traspasar la capucha de su nueva sudadera que protegía el resto de su rubia melena. Las gotas le resbalaban por la cara, corriendo el rímel mejillas abajo, como un tobogán de piscina hace correr el agua empujando a juguetones niños en un caluroso día de verano. Pero ese día no era ninguna de esas dos cosas, es más, era un día de perros. Su estado de ánimo no era mucho mejor. Tenía la semana repleta de exámenes, la mochila cargada de deberes y el corazón, ese pequeño órgano que nos hace estar vivos, arrugado, roto y pisoteado. La lluvia no cesaba, sino más bien se acentuaba. Sus convers grises eran ya negras y sus mejillas iban por el mismo camino. Los ojos color azul claro estaban enrojecidos a causa del agua, pero no precisamente de la que caía de las nubes. Bajo las pestañas inferiores se adivinaba lo que eran restos de un lápiz de ojos azul oscuro. Las manos en los bolsillos y la cabeza gacha, dejando al aire el flequillo ladeado, aún húmedo y un colgante con un candado plateado en medio del pecho. Aún lo llevaba, después de una semana, después de seis meses justos, ni un día más ni uno menos. No sabía cuánto tiempo llevaba caminando bajo aquella llovizna convertida en casi diluvio ni tampoco le importaba: sus padres no estarían en casa, como de costumbre, y además no es allí donde se dirigía.
La lluvia cesó alrededor de unos diez minutos más tarde, cuando Janisse estaba ya sentada bajo la copa de un roble y junto a un hoyo mal cavado. Detrás de este, grabadas con navaja sobre la corteza del árbol, había unas palabras, dos nombres, 'Adam&Janisse', junto a un corazón pintado de rojo, un color gastado, desganado, desangrado. Sí, sin duda ese era el lugar donde yacía el motor de vida de la joven, el causante de su alegría, de su amor, de su respirar y latir. Ahí yacía el corazón de Janisse, enterrado en lo más profundo del olvido de Adam.

Hoy Janisse está triste.

Maldito cumpleaños

Noche. Noche oscura, noche fresca, noche sin estrellas. Sin aquella estrella en forma de pico de pato que tanto le había gustado antes. Esa que tanto habían observado juntos en aquel mismo campo sin más calor que el que sus cuerpos desprendían. Abrazados, tumbados en la hierba junto a una fogata ya consumida, reían y charlaban sobre las cosas más estúpidas que se les podían ocurrir. Sin embargo eran felices. Aquella alegría que surge en nuestro interior sin ningún motivo. Aquella era su alegría.
Y ahora ¿qué quedaba de todo eso? ¿De aquella felicidad? ¿De aquellos momentos? NADA.
Se levantó de la cama y se puso a ojear los numerosos paquetes aún sin abrir que le habían entregado. Había sido un día largo y cansado, los cumpleaños son todos iguales: felicitaciones, familiares, tarta, regalos y a la cama. Pero An no tenía ganas de dormir. Abrió unos cuantos envoltorios y se encontró con dos CD’s, un libro, un bolso y un estuche de colonia. Todo muy bonito, pero nada interesante. Llevaba todo el día con el móvil apagado; tenía miedo de encenderlo. Eran casi las once, faltaba más de una hora para acabar aquel maldito día y empezar uno peor.
-Quién me mandaría nacer un once de abril –se decía a menudo.
Guardó los regalos abiertos y dejó los aún cerrados en un rincón de su cuarto. Lo único que no colocó fue la colonia. Abrió el cajón de su mesilla y rebuscó por el fondo. Sacó un pequeño frasco totalmente desigual, al menos en apariencia, a su nueva adquisición. Sin embargo, al destaparlo, toda su fragancia inundó la habitación, sumiendo a An en un doloroso mar de recuerdos.
Un año atrás.
-No me parece nada bien lo que estás haciendo, An. Los cumpleaños son para pasarlos en familia. ¿Aún recuerdas lo que es eso?
-Claro, mamá, pero resulta que esa familia de la que hablas no llegará a tiempo para esta noche. Por tanto, se pospone para mañana la gran celebración.
-Al menos podrías pasar la noche en casa. Tienes 16 años, eres muy joven para…
-No, perdona, tengo 17 recién cumplidos y no sé qué es lo que te piensas que voy a hacer. Sea lo que sea, te aseguro que no es la primera vez… -Chloe, su madre, sintió como huía la sangre de su rostro- … que paso la noche fuera de casa. Así que no veo mayor preocupación. Bueno, esto ya está –comentó An cerrando una pequeña bolsa de viaje-. Mañana por la mañana me tendrás aquí, prometido.
Sin darle tiempo a despedirse, An salió de su cuarto, bajó las escaleras y cerró la puerta tras de sí. Se metió en el ascensor lo más rápido que pudo antes de que su madre corriera en su busca.
Al abrir la puerta del portal se topó con una temperatura ideal, demasiado buena para esa época. Todo le estaba saliendo bien, al menos con Mitch. Aunque aún no hubiera pasado nada sabía que no tardarían mucho en darse su primer beso, aquel que An tanto ansiaba. El ruido del motor de lo que parecía ser una Vespa GTS la sacó bruscamente de sus pensamientos. Levantó la cabeza en busca de aquel barullo, pero solo encontró el rastro de humo que había dejado a su paso una moto cualquiera.
Miró el reloj. Aún era temprano así que decidió sentarse en el escalón del portal a esperar. Sacó su mp3 y se puso a escuchar algo de rap para no quedar mal cuando él llegara. Cerró los ojos y se dejó llevar por la Barcelona que Zpu y Nach le describían. Un pequeño roce en el hombro la sobresaltó.
-Tranquila, An, soy yo.
-Oh, Josh, ¿qué haces aquí?
-Venía a felicitarte.
La chica se levantó y le abrazó fuerte, susurrándole un gracias tan desganado que hizo que el muchacho se apartara.
-Te había traído algo…
-¡An! –Gritó una voz desde el otro lado de la calle-. Vámonos.
-Cielo yo… -intentó excusarse.
-No pasa nada –le cortó Josh-. Vete.
An le dio un fugaz beso en la mejilla y corrió a encontrarse con Mitch, quién la esperaba sentado en la moto con cara de pocos amigos.
-¿Qué quería ese imbécil?
-Ese imbécil es mi amigo, así que cuidado con el tonito.
-Vale.
Se marcharon tan veloces que a la chica apenas le dio tiempo de ver si su amigo Josh aún seguía allí. Se maldijo para sus adentros. No muy lejos del portal donde se habían encontrado minutos atrás, yacían en una papelera, un tanto destartalada, unas rosas rojas aún jóvenes que lloraban, al compás de su dueño, la pérdida de la mujer amada.

-Qué estúpida, fui, joder –tiró el frasco de mala gana contra la pared, que se impregnó enseguida de aquel olor.
-¡An! ¿Qué ha pasado? –gritó su madre desde abajo.
-Nada, mamá, me cayó un frasco.
-¡Recoge los cristales no te vayas a cortar!
-Sí, mamá…
Se recostó sobre la almohada mirando la ventana y con el móvil en la mano.
-No hay por qué tener miedo. –Encendió el móvil.
Movistar, saludo de bienvenida, código pin, movistar de nuevo. Buscando red, abriendo información de contacto. Nada. Dejó el móvil sobre la mesilla, cogió el mp3 y se lo puso a todo volumen, dejándose llevar esta vez por Reik y su Inolvidable canción. Poco a poco se fue adormeciendo con Celine Dion hasta quedar completamente sumida en el mundo de los sueños. Aquellos que ella elegía.

23:59. Su fatídico día a punto de acabar. Bip bip.



When you FALL in love. (12)

Dany, emocionado silenciosamente por aquel encuentro, se dispuso a perder de vista a sus amigos e ir dónde se encontraba Kath. Ella, sin saber qué hacer, se quedó quieta, esperando que él viniera a sacarla de aquel infierno que había vivido esa semana. Cuando recordó el motivo por el cuál lo había pasado tan mal, su corazón, que antes había latido por emoción, ahora latía por rabia, odio y humillación. Le volvió la cara, intentando evitar que viera las lágrimas que brotaban con dolor de sus ojos. Él, confundido por tal reacción, avanzó con rapidez hacia ella, que casi rozó el suelo en un momento de debilidad y pérdida de equilibrio. Un cuerpo musculoso y enfundado en una sudadera de algodón blanca la sujetó por los brazos antes de que se hiciera ningún daño. Dany se frenó al ver quién estaba tras Kath.
-¡Joder! ¿Estás bien? –preguntó Chris.
-Sí –contestó ella mientras se limpiaba las lágrimas.
-¿Qué te ha pasado, tía? –se preocupó Carol.
-Nada, nada, debe haber sido una bajada de tensión o algo, nada grave…
-¿Te llevo al hospital, a tu casa…?
-No, Chris, estoy bien.
-De acuerdo…
La estrechó entre sus brazos, reacción que a Dany le golpeó el pecho bruscamente. Discretamente, desapareció de la vista de Kath, perdiéndose entre el gentío como si nada hubiera pasado. Ella, al perderlo de vista, sintió que su gran corazonada, ese presentimiento que tan bien le había hecho sentir, había llegado a su fin.

29 de junio. [3]

-Guau… estamos solas –se quejó Sarah- ¿y los chicos dónde están?
-Tía, son las doce de la mañana, ¿qué te esperabas? Además, a lo mejor hay más gente en las demás piscinas… Venga, vamos a buscar.
-Vale, pero guíanos tú, An, que Lor me da que no se acuerda ya de esto –rió Em.
-Ja-ja-ja qué graciosas.
-Venga, que es una broma, no te piques –An la abrazó.
Fueron recorriendo las dos piscinas de cabo a rabo y lo mucho que encontraron fue a un viejecito paseando por el césped recién regado. Optaron por dejar las cosas bajo la sombra de un robusto árbol e ir a los vestuarios a cambiarse.
-¡Sois unas tardonas!
-Bueno, An, tranquilízate que no todas venimos con el bikini ya puesto, ¿eh?
-Es que… me sobraba tiempo y bueno…
-¡Pero si has llegado tarde!
An le lanzó su vestido playero a la cara y Em salió a correr detrás de ella. Cuando quisieron darse cuenta estaban ya disfrutando de un refrescante baño bajo el sol más brillante que habían visto en todo el mes.
Después de que la socorrista les llamara varias veces la atención, decidieron salir a tomar un tentempié para matar el gusanillo. El sol quemaba, por lo que decidieron refugiarse bajo sombra y dejar el ponerse morena para otro momento.
-Os tengo que contar algo… -informó An.
-¿El qué?
-Es sobre Josh.
Las tres amigas dejaron a un lado la comida y la música para centrar toda su atención en la historia de la enamorada.
-Te lo ha pedido, ¿verdad?
-No, ¡la ha invitado a salir!
-¡Qué dices! Seguro que esta tarde se pasa por aquí, ¿verdad?
-¡Chsst! ¿Me dejáis hablar o vais a seguir metiendo la pata? –Acto seguido, se callaron.- Gracias. No, no me lo ha pedido. No, no me ha invitado a salir, ni a quedarme en casa, ni nada. Y obviamente no se va a venir a pasar la tarde rodeada de cuatro locas, entre otras cosas porque está en el pueblo…
-Oh, qué pena –lamentó Lor.- ¿Entonces?
-Bueno… me dijo que tenía que hablar conmigo y como no me voy a conectar… me ha dicho que me llamaría esta tarde.
Se hizo el silencio durante algunos segundos; pasados estos, Em, Lor y Sarah empezaron a gritar y a saltar.
-Eh, eh, ¡callaros! Sois unas cabronas –rió An.
-Qué bonito, qué bonito, qué bonito –corearon las tres celestinas.- ¡Fijo que te lo pide!
-¿Estás tonta? Es que hace mucho que no hablamos, será que… no sé, querrá contarme qué tal le va en el pueblo.
-Sí, ya, y por eso se va a gastar el saldo cuando puede llamarte cualquier día a tu casa o por el msn…
-Sois odiosas, ¿lo sabíais?
A las cinco…, pensó An. Sonrió.

Si me inyectas amor

''Quizás hoy se me cure esta herida.'' Se ha levantado temprano. La suave brisa que entra por la ventana, abierta de par en par, hace bailar levemente las cortinas azules que adornan el alféizar. "Si consigues que el sol marque hoy dónde está la salida..." Mira la ventana: nublado. Bueno, tal vez no sea la canción adecuada, piensa Jackelyn. Cambia la emisora de la radio. "You're my tocket outta Loserville..." Oh, qué recuerdos. "So I guess I better kiss goodbye to my ticket outta Loserville." No, eso no me pasará a mí. Definitivamente, no.

Fuera hace la temperatura ideal para dar una vuelta, a pesar de las nubes, que tapan el brillo de la estrella más hermosa. O la segunda estrella, sonríe. Jackelyn está sentada en los bancos que hay detrás de su instituto. Saborea un Calipo de lima-limón, fuerte, atrevido. Mira el reloj de vez en cuando; parece esperar a alguien, aunque no muestra inquietud alguna. Su móvil suena. Tin tin tin. Un mensaje. Sonríe. Mientras, se apresura a tragar el poco hielo medio derretido que le queda en la boca y se relame juguetona los labios, segura de estar siendo observada. Vuelve la cabeza hacia la izquiera, dónde una silueta se dibuja doblando la esquina, en dirección a Jack.

-Has tardado.
-Ya he llegado. ¿Qué quieres?
-No me llamaste.
-No me digas -ironiza él.- Qué esperabas, estaba ocupado buscando a otra que tuviera sed, ¿sabes?
-Te lo tomas todo al pie de la letra, Matt, era una simple broma que tú deberías haber seguido.
-No puedo pensar y leer a la vez, soy un tío, ¿no es esa la imagen que tienes tú de nosotros?
-Ajá.
-¿Y para qué me haces venir?
-No me gusta perder.
-No puedes perder una batalla en la que luchas tú sola, querida Jackelyn.
-Ya lo veremos.
Se va a paso ligero, con su orgullo herido y el rojo fuego de sus labios reflejado en sus ojos.
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