When you FALL in love. (4)

Llegaron en un abrir y cerrar de ojos. A pesar de que Kath nunca había ido a aquella plaza, la reconoció por la multitud de gente que había: tanta o más que el día anterior en frente de su casa. Aparcó un poco más lejos de la plaza, donde había un grupo de chicos, de unos dieciocho años, fumando hierba.
-Quédate aquí –se limitó a decir después de que hubieran bajado de la moto.
-¿Dónde vas?
-No creo que quieras saberlo. Tranquila, no tardaré –le guiñó el ojo y le acarició suavemente la mejilla. Después, se acercó al grupo de los porros.
Prefirió no mirar mucho a la gente de por allí, por lo que se limitó a bajar la cabeza y colocarse las pulseras que llevaba en la mano derecha. De pronto, se dio cuenta de que le faltaba una.
-Bueno –se dijo- al menos he venido aquí por algo real.
Dany tardó unos diez minutos más en volver con ella: para su sorpresa, no estaba colocado ni bebido. Le miró extrañada.
-Te recuerdo que tengo que bailar; no me voy a poner a hacer un mortal con un morado encima, ¿no?
-No, supongo que no –dijo ella, ruborizándose.
Él sonrió.
-Ven, vamos a la plaza que va a empezar el concurso en breves –le tendió la mano.
Ella, sin saber muy por qué, aceptó, aferrándose con fuerza. Quizás para no perderse entre el gentío, quizás para sentirse segura, quizás, simplemente, porque le apetecía.
Nada más entrar en la gran masa de gente, empezaron a caminar con dificultad entre empujones, gritos, cristales rotos por el suelo, porros recién encendidos, otros ya consumidos. Hubo como veinte personas o más que intentaron frenar a Dany; algunos para saludar, otros para hacerse notar entre el gentío y un par de chicas ofreciéndole su amistad. Él hizo caso omiso a sus seguidores; pasó su brazo izquierdo por la cintura de Kath, le agarró la mano derecha con la suya libre y siguió avanzando como si nada, acostumbrado ya a ese tipo de acontecimientos, con los ojos puestos en la chica que llevaba a su lado.
Cuando se liberaron del agobio que suponía tener a cientos de personas alrededor, Dany se sentó sobre el saliente de una estatua que había en medio de la plaza, atrayendo a Kath hacia sí. Unos metros más allá, estaba la pista de baile donde en unos instantes estaría bailando él.
-¿Siempre eres así con todo el mundo?
-¿Así cómo?
-Así de estúpido.
-¿Con quién?
-Con tus amigos.
-Esos no son mis amigos, son una panda de gilipollas que se creen alguien por darme una palmadita en el hombro –dijo secamente- o simplemente por invitarme a pasar la noche en su cama.
Kath notó que Dany la miraba, esperando una reacción de celos que ella intentaba controlar. Al final, él sonrió.
-Además, ellos hoy me importan poco: no todos los días encuentro algo con lo que chantajearte para que salgas conmigo –sonrió.
-Hablando de chantajes –Kath se miró la muñeca, intentando cambiar de tema- mi pulsera, por favor.
-¿Y cómo puedo saber que cuando te la dé no te vas a ir?
-No puedes saberlo, simplemente confías en mí o confías en mí –se burló ella.
Dany le dedicó la mejor de sus sonrisas mientras rebuscaba en el bolsillo de su chaqueta. Sacó la pulsera y se la puso con cuidado en la muñeca. Kath se sentía extrañamente a gusto con él.
-Bueno, ¿te vas a ir?
-¿Tú qué crees?
-Que sí.
-¿Y por qué me la das, entonces?
-Porque me gustan las acciones arriesgadas; ahora mismo tengo en mente más de quince movimientos para impedir tu huida.
Ella se quedó en silencio, pensativa, mientras Dany la miraba con un brillo de fascinación en sus ojos.
-¿Quieres que probemos alguna, señorita Holmes?
-Ehm, no, gracias, siempre puedo escaparme mientras bailas.
-En ese caso, prefiero no bailar: total, ya no me caben más trofeos en la estantería.
-¿Y entonces para qué hemos venido?
-Ya te lo he dicho: no todos los días encuentro una excusa con la que salir contigo.
Una voz amplificada ocho tonos mínimo les sacó de su amena conversación:
Chicos, chicas, ¡atención! En unos cuantos minutillos va a dar comienzo el concurso número… bueno, no me acuerdo cuántos llevamos ya. El caso, que os vayáis asegurando un sitio en primera fila porque este torneo va a estar ¡muy caldeado!
No muy lejos de dónde estaba hablando aquel tipo, apareció una figura que sobresaltó a Dany. Se levantó de un salto y se precipitó sobre el gentío, seguido, por supuesto, de Kath, a quién llevaba agarrada de la mano. La chica, confundida, se dejó guiar entre aquel caos de pieles. Algo frenó a Dany e hizo que Kath chocara contra su espalda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Qué te pareció?

Creative Commons License
Todos los textos aquí publicados son propios y están bajo una licencia de Creative Commons. Respétalo, por favor.