When you FALL in love. (3)

Decidió que ese acontecimiento era mejor no contarlo, al menos por su parte; seguro que Dany ya les había contado a todos sus amigos su gran logro, su nuevo juguete para aquella competición.
-Arg, le odio, Dios.
Se tiró más de una hora delante del espejo para que, al menos, no pudiera quejarse del look que llevara. Optó por unos pitillos oscuros enfundados en un par de DC blancas con destellos plateados. Por arriba, una camiseta ancha cruzada por el cuello con terminaciones elásticas que se ceñían a su delgada cintura. Una coleta despeinada y unos aros ni muy grandes, ni muy chicos, en color plata hacían que su maquillaje, basado en una raya negra fina abajo, un poco más gruesa arriba y una pizca de sombra de ojos azul, resaltara por encima de todas las cosas, dejando ver unos ojos azules de un bellísimo color cielo.

A las ocho menos veinte, estaba preparada. Se sentó en su cama esperando a que se le hiciera tarde, con la esperanza de que Dany se olvidara de ella. Su fe tardó poco en venirse abajo:
Dany E. Hoy a las 19:43.
Cuando quieras puedes bajar, aquí estoy, tal como te dije, esperándote.
-Genial –se lamentó Kath.
Sacó el brazo por ventana y decidió que no le haría falta llevarse una chaqueta. Salió de su casa, bajó por las escaleras los cinco pisos que la separaban del portal y allí se lo encontró, apoyado sobre una moto negra con dibujos de lo que parecía ser la silueta de un fuego en plateado.
-No si al final hasta vamos conjuntados –murmuró.
Abrió la puerta del portal y se paró frente a él. Dany la estudiaba descaradamente con la mirada, de arriba abajo y vuelta a empezar, como dos o tres veces. Kath, con un poco más de disimulo, reparó en sus pantalones caídos, sus zapatillas anchas negras, su camiseta roja y negra y su cazadora vaquera oscura. No pudo evitar sonreír.
-Sinceramente, estás espectacular, preciosa.
-¿Cuándo me va a costar este cumplido? –le cortó, tajante.
-Tanto como tú quieras darme.
Se abalanzó sobre ella, directa a sus labios, pero los reflejos de la chica permitieron volver la cara y que la boca de Dany solo pudiera apreciar su mejilla.
Él rió, sin despegar los labios de ella. A ella, le entró un escalofrío, mitad miedo, mitad placer.
-¿Nos vamos ya? –dijo Kath, con la voz quebrada en ciertos acentos.
Quitó las manos de la cintura de ella, sin alejarse demasiado de su cara.
-Cuando quieras.
Asintió, nerviosa. Avanzó un par de pasos por el lateral izquierdo de Dany, dejando atrás su fogosa mirada y sus gruesos labios pidiendo ser mojados.
-¿Sobre qué hora estaré en mi casa?
-Psé, no sé. Ni si quiera sé a qué hora llegaremos a la plaza, mucho menos cuando te dejaré marchar –curvó sus labios en una sugerente sonrisa.
-Vale, si llego a las tantas de la madrugada, serás tú el que le dé las explicaciones a mi madre.
-Sin problemas. De paso, puedo aprovechar para presentarme formalmente ante ella.
-…no he dicho nada.
Dany soltó una estrepitosa carcajada y se acercó a la moto. Le tiró un casco a Kath.
-Oh, vaya, no sabía que los guays se rebajaran a llevar cascos en la moto.
-Soy guay pero no gilipollas. Sube, anda –se montó y arrancó sin esperar a que ella estuviera montada.
-Ya decía yo que tanta amabilidad no podía ser.
-Eh, espera. ¿No quieres llegar pronto a tu casa? Pues cuanto antes lleguemos, antes baile y antes gane, antes te traeré de vuelta.
-Si ya sabes que vas a ganar, ¿para qué te molestas en competir?
-Porque si no lo hago, me aburro.
Dicho esto, metió la primera y empezaron a correr cuesta abajo.

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