El banco

A las tres y cuarto, Matt salió con aire despreocupado de la aburrida clase de recuperación de matemáticas. Miró por los alrededores de la puerta de su clase, pero no halló nada interesante. Nadie interesante, mejor dicho. Se apresuró a salir al patio por si su queridísima presa prefería ser cazada en un terreno más escondido. Nada, allí no quedaba nada más aparte del barrendero quitando del suelo las bolsas, pañuelos, cigarros y demás basura que tiraban los niñatos por la mañana. Se sentó en el mismo banco dónde había estado hablando con ella, intentando tranquilizar su impaciencia y despejar la mente para maquinar su siguiente paso. Una de las veces que agitó la cabeza en un esfuerzo por aclarar las ideas, vio un trozo de papel blanco bajo la pata del banco que sostenía su peso. Se agachó y se dio cuenta de que era la nota que él le había lanzado cuando puso rumbo al interior del edificio. La cogió, mitad confuso, mitad irritado, y reparó en que en la parte trasera había un mensaje; una letra distinta a la suya.

Oh, querido Matt, tú también eres muy predecible, ¿sabes? Bueno, todos los tíos los sois. Por desgracia, yo no soy prostituta a domicilio ni tengo pensado serlo, así que búscate a otra para que se trague el líquido que desprende tu corto pajarito.
Muac! Jackelyn.

Arrugó el papel entre sus dedos, cabreado porque una niña a la que le sacaba dos años se riera así de él. Ahora entendía a Alex: por muy cabrón que fuera él con las tías, la pequeña Jackel
yn le daba cincuenta vueltas y muy bien dadas además. Decidió, pues, que el ridículo que le había hecho pasar a Alex no se lo haría sufrir a él también. Destrozó la nota pacientemente y la tiró en la papelera más cercana. Después, con paso ligero, se perdió entre los árboles frondosos que guardaban aquel banco de miradas indiscretas, con una sonrisa de suficiencia que no le traería nada bueno al destinatario de ella, mientras se sacaba de su bolsillo derecho material suficiente para dejar volar a su imaginación durante un par de horas.
Tras las rejas que daban el paso del patio al exterior, unos ojos verdes llenos de vitalidad quedaban cegados por el humo de un cigarrillo que exhalaban unos labios color carmesí, cuya dueña poseía el don letal de la joven inocencia.

2 comentarios:

  1. Jackelyn tiene armas escondidas muy buenas. Me recuerda a mi Jackelyn, que también es mala, mala y zorra de primera :) Y también es muy inocente (a veces).

    Muás!

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  2. Me encaaaaaaanta !!!!! Gran blog!

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