29 de junio. [1]

Hacía un día espléndido. Cielo despejado, de un azul intenso. El sol acariciaba su piel, transmitiéndole el calor que había en el ambiente. An y sus amigas habían hecho planes para ir a la piscina. Miró el reloj, Las 10.53. No llegaría a tiempo.

-A las 11 en la plaza –le informó Emma la noche anterior.- ¡No llegues tarde!
Se levantó a las 9.30, sabedora de que si lo hacía más tarde, no llegaría a tiempo. Desayunó un par de tostadas con mantequilla y un colacao. Se vistió apresuradamente para intentar conectarse antes de irse. Aunque sólo fueran cinco minutos, valdrían la pena si estaba él. Josh. 17 años, alto, guapo, pelo castaño, cariñoso, amable, sensible, protector. ‘Y bien formado’, pensó An. Se rió por lo bajo y encendió el ordenador.
Mientras se encendía aquella máquina tan lenta, fue preparando el bolso para la piscina. Una toalla, bronceador, un par de revistas, gafas de sol. Se le olvidaba algo, pero no sabía que era. Repasó mil y una veces la lista que había hecho por la noche con Lor mientras hablaban por teléfono, aburridas. ‘No será nada importante’, se dijo.
Miró el reloj para asegurarse de que iba bien de tiempo. Eran casi las diez. Por una vez llegaría a la hora acordada.
Hizo la cama y se sentó frente al ordenador. Abrió el msn y se conectó tan rápido como pudo. Echó un vistazo a sus conectados. Él no estaba entre ellos. Suspiró. ‘Es temprano, seguramente esté durmiendo’. Se puso en Ocupado para que nadie le molestara. Decidió repasar de nuevo la lista para ver qué era aquello que no lograba recordar. Vio por el rabillo del ojo cómo la pantalla del ordenador era invadida por una ventana que ella no había abierto. Pensó que sería alguna de sus amigas; una de las 2 ó 3 que vivían a 10 pasos del lugar en el que habían quedado. Siguió repasando. De pronto, recordó a qué piscina iban. Bajó corriendo a la cocina, irrumpiendo en ella como un depredador arremete contra su presa. Su madre se sobresaltó.
-Pero ¿qué haces, An?
An se apoyó en la encimera, evitando caerse tras haber resbalado con un pequeño charco de agua que venía del congelador. Se había vuelto a descongelar.
-Perdón, mamá. Oye, ¿hay pan? –preguntó.
-Creo que sí. Limpia el charco y yo voy a mirar.
An asintió a regañadientes. Su madre siempre sabía cómo hacerla trabajar en casa, por muy pequeña que fuera la tarea.
Cogió la fregona y limpió el charco. Acto seguido, entró su madre con media barra de pan en la mano.
-¿Para que lo quieres?
-Acabo de recordar que me tengo que llevar la comida a la piscina –le informó.
Su madre suspiró.
-Ahora te lo hago.
An sonrió. Se abrazó a su madre y salió de la cocina tal como entró, como una bala. Al entrar en su cuarto, se acordó de que alguien le había hablado por el msn. ¡Qué cabeza la suya!
Se sentó de nuevo, desganada, frente a la pantalla. No tenía ganas de que sus amigas le metieran prisa; esta vez, llegaría temprano.
Se quedó de piedra cuando vio la ventana del msn. Arriba, un nick, no muy trabajado, pero que a ella, por alguna razón, le encantaba. A la izquierda, una foto que le volvía loca. A la derecha, un cuadro informativo: [JoSh] nada de ouro pode ficar… aparece como desconectado.
-Mierda –dijo por lo bajo. -¡Seré idiota!
Se disponía a cerrar la ventana cuando se dio cuenta de que Josh le había dejado un mensaje:
[JoSh] nada de ouro pode ficar… dice:
· An?
· Vaya, supongo que ya te habrás marchado
· Que… esto… ¿te puedo llamar esta tarde?
· No sé por qué pregunto, ya veo que no estás, jeje
· Bueno, yo te llamo, si me lo coges bien, sino, hablaremos mañana, ¿vale?
· Te quiero.
Se le paró el corazón. ¡Iba a llamarla! ¡No se lo podía creer! Tenía que contárselo a sus amigas, pero no tenía saldo y faltaba mucho para que se fuera. O no. No había mirado el reloj desde que se conectó. Giró lentamente la cabeza hacía el reloj que había colgado en su pared. Las 10.48. Mierda.
Cogió el bolso, suspendió el ordenador y salió pitando escaleras abajo, cruzando los dedos para que a sus amigas les fallara aquella vez su sentido de la puntualidad.

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